La afirmación en si viene con todo de serie: reflexión, crítica e ironía.
Vamos, un full-equip en toda regla.
Esta idea me saltó a la cabeza cuando una amiga contaba que, tras ir a la peluquería y hacer un leve cambio de imagen, sus hijos le dijeron abiertamente que no les gustaba. Así, directo, se lo espetaron, sin una mínima delicadeza, como suele ser la verdad contada por niños y borrachos. Pero su señor marido les regañó comentando que no se afirmaba con esa crueldad, que el cambio de peinado no era lo más acertado según su punto de vista, que era mejor estar callados y no herir sensibilidades.
En otras palabras: una mentira piadosa más para el saco. Bueno y ni mentira siquiera, porque si se calla directamente no se miente, se pasa a formar parte del silencio.

Soy una partidaria total de estar mejor callado antes de no aportar nada, evitando el hablar por hablar según en qué ocasión, dónde y con quién. Creo que ambos estaremos de acuerdo en eso, las verdades a veces hieren y hay que medir mucho como decirlas. Pero si se optas por callar, ante la imposibilidad de expresar con educación y respeto una opinión sincera, me parece ser un total mentiroso.
Levanto la mano si me preguntas si siempre digo la verdad; no, por supuesto, convivo en sociedad y entre las reglas de convivencia está considerar los pareceres de los demás. No comparto todo lo que oigo y veo, y asumo que mi punto de vista no es siempre el correcto: lo que para mi es perfectamente defendible puede no serlo para el resto del personal y, por tanto, la consideración mutua es primordial para una buena armonía. Por ese mismo motivo no es que le diga a mis hijos: “tú no te calles si algo no lo ves correcto, no hombre no, expláyate siempre que puedas”. No lo enfocaría nunca de eso modo. Defiendo siempre que “hablando se entiende la gente” y sino mal vamos…
Hay una frase perfecta para medir los silencios: “más vale parecer idiota con la boca cerrada que abrirla y disipar toda duda”. Pero eso no quiere decir que si discrepas en una conversación y puedas exponer tu opinión siempre con deferencia y tolerancia, no debería ser interpretado como búsqueda de un conflicto, si no optar por una fluidez e intercambio de ideas.

Por eso intento enseñarles la importancia de pensar antes de hablar y ver el daño que suscitarán tus palabras o las crítica que levantas con tus pensamientos; siempre has de calibrar si dispones de argumentos para rebatirlos y rectificar en caso de estar equivocado. Si el ejemplo que me sirvió para introducir esta reflexión bien no tiene consecuencias muy graves, sí existen muchas ocasiones en las que hablamos y actuamos sin medirlas; ya sean sobre nuestros actos, palabras y, en la era de la respuesta rápida, en nuestros mensajes. Así que sí prefiero pensar que no enseñamos a nuestros hijos a mentir, sino a medir las consecuencias de sus palabras y, por lo tanto, evaluar sus acciones, ya que por el momento son pequeños, pero serán grandes y es preferible que se acostumbren a reflexionar antes de hablar, a que se acostumbren a decir mentiras por no molestar, o hablar sin meditar sus palabras.
No vaya a ser que nos quedemos con el aprendizaje de que “los niños nacen diciendo la verdad y los adultos les enseñamos a decir mentiras“. Que los hábitos son difíciles de corregir y, viendo lo que nos rodea, el uso que se hace a la mentira y la impunidad de sus consecuencias, está claro que en algo estamos fallando.
cuanta razón tienes… ellos nacen sin ninguna influencia y somos nosotros los que sin darnos cuenta, vamos cambiándolos!!!
Normalmente les influimos para bien, pero a veces no nos damos cuenta que lo de todo lo que hacemos toman nota
Pues casi siempre es así…. Es una lástima la verdad!!!
Es verdad que hay verdades de hieren pero si aprendiésemos a no herir sería mucho mejor.
¡qué razón tienes!!, me gusta mucho tu post.
¡Muchas gracias! 🙂
¡Hermoso post… y mucha razón en él! Pero claro… ¡¡Es tan difícil hacer siempre lo correcto el 100% del tiempo!! Como adultos, ya estamos condicionados por toda una vida actuando de una cierta manera… y es complicado cambiar el “chip”.
Pero por intentarlo.. .que no quede, ¿verdad? 😉
¿Nos queda otra? 😉 Más bien la idea es saber las consecuencias de mentir. ¿Quién no ha dicho una mentira piadosa alguna vez en su vida?. Sin duda, quién está libre de pecado que tire la primera piedra